«Ponerse en los zapatos del otro», «sentir lo que siente el otro», «ponerse en su lugar» son algunas de las definiciones de Empatía que todos conocemos. Ser capaz de intuir qué está sintiendo otra persona no es cosa fácil, pero resulta que todos los seres humanos venimos equipados de serie con un sistema para ello y que, bien utilizado, es muy efectivo. La empatía es el hilo que tiene unida a toda la humanidad. ¿Te gustaría saber cómo funciona? Pasa, que ahora te lo explico; como siempre, de forma sencilla. Bienvenido, bienvenida a Cosas de Coaching.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta cuando hablamos de inteligencia emocional interpersonal es que hay otras personas implicadas en nuestras interacciones, hemos de salir de nuestra zona conocida, nosotros mismos, y navegar en el universo emocional de otros el cual, a veces, es muy muy distinto al nuestro. Lo vemos mejor en un gráfico, como siempre.

En la parte de arriba vamos a representar a la otra persona implicada. En la parte de abajo, nos representamos a nosotros.

Cuando hablamos de Empatía, todo comienza cuando la otra persona se enfrenta a una situación. Lo que nosotros vemos como reacción a esa situación concreta es su comportamiento observable. Si recuerdas del vídeo de Cosas de Coaching Proceso Emocional, ese comportamiento está compuesto de cuatro componentes:

  • La comunicación verbal y paraverbal: lo que dice y cómo lo dice
  • La comunicación no verbal: sus gestos y posturas corporales
  • La conducta motora: lo que hace, sus acciones
  • La activación fisiológica que esa persona siente en su cuerpo.

Como ves, estoy pintando en lápiz la parte de activación fisiológica porque, aunque forma parte del comportamiento de la persona, no es normalmente observable por un observador externo, en este caso nosotros. Quizá podamos observar algo que nos dé pistas, como una cara enrojecida por el enfado, un rostro lívido por el miedo o incluso cierta chispa de vida en la mirada provocada por la alegría, pero lo cierto es que la activación fisiológica de otra persona es apenas perceptible.

Como nosotros ya somos un poco inteligentes emocionalmente, puesto que hemos visto varios vídeos de Cosas de Coaching sobre inteligencia emocional, sabemos que ese comportamiento que observamos de la otra persona tiene su origen en una emoción, en algo que está sintiendo. Está también pintado en lápiz, porque es algo interno de la otra persona, no lo podemos percibir. A su vez, sabemos que esa emoción ha sido lanzada por la percepción de un desencadenante emocional concreto para esa persona, desencadenante que está presente en la situación a la que se enfrenta. Esa percepción, como sabemos, ha sido modulada por la experiencia personal pasada de esa persona. Todo esto está en lápiz porque es interno a la otra persona y no tenemos acceso a ello desde nuestra posición de observadores.

Lo único que tenemos delante nosotros, entonces, es la parte visible del comportamiento. Es posible, quizá, que también tengamos algunos detalles de la situación concreta que ha provocado ese comportamiento en la otra persona porque ella misma nos lo haya contado o lo hayamos presenciado nosotros. Es en estas cosas en las que nos basamos para la Empatía. La Empatía consiste en, a partir de nuestro conocimiento de la otra persona (puede ir desde que la conozcamos de toda la vida o que sea la primera vez que la vemos), la forma que reaccionó a la situación y los datos que tengamos de la situación, INTUIR la emoción que puede estar sintiendo la persona en ese momento.

Afortunadamente no estamos solos en esto. En cada ser humano (y en muchos animales tambien, especialmente los mamíferos) hay un sistema neuronal encargado de ayudarnos en la tarea. Se llaman coloquialmente neuronas espejo y es el que nos permite IMITAR en nuestro interior el estado emocional de otra persona tan solo observando su comportamiento (verbal, paraverbal, no verbal y motor). Gracias a este sistema podemos emocionarnos viendo una película, imaginar lo que siente el protagonista del libro que estamos leyendo o saber si ese cliente que está toqueteando una camisa en nuestra tienda de ropa le gusta o no la prenda.

Cuando logramos intuir acertadamente la emoción que puede estar sintiendo la otra persona y logramos sentirla en nuestro interior es cuando se produce una conexión emocional y aparece la Empatía. A veces esa conexión es tan fuerte que llegamos a sentir como que nos hubiera pasado a nosotros lo mismo que a la otra persona.

Podemos quedarnos aquí, pero lo habitual es que, una vez que tenemos la emoción, seamos capaces de intuir también cuál ha sido el desencadenante emocional que ha podido lanzar esa emoción en la otra persona. Para ello, en general necesitamos tener un poco más de información de la situación, si no, sería muy difícil. Este suele ser el momento en el que le pedimos a la otra persona que nos explique qué ha pasado, si no hemos sido testigos de la situación, y por qué se siente así; normalmente necesitamos saber más para poder comprenderla mejor.

Pero, claro, por mucho que podamos sentir Empatía por la otra persona y seamos capaces de comprender qué provocó que se sintiera como se siente y sentir lo mismo que ella, nosotros somos una persona diferente, con una experiencia pasada diferente. Esto, que puede parecer una desventaja, es realmente una gran ventaja.

Gracias a eso, podemos reaccionar de forma diferente a ella y apoyarla, acompañarla o ayudarla en ese momento si lo necesita. Todo depende un poco de lo que necesite la otra persona, pero nuestra aportación desde la Empatía tiene tres vías principales (aunque no exclusivas).

La primera es acompañar emocionalmente a la persona en ese momento. En muchos, muchísimos casos, basta con estar a su lado, sentir lo que siente, sabiendo que es su emoción y no la nuestra y acompañarla como necesite. Para ello podemos preguntarle ¿qué necesitas de mí?

La segunda es modular nuestra respuesta al comportamiento que ha exhibido la otra persona. Ante ciertos comportamientos emocionales de otras personas suele imperar una respuesta automática, la de la Vía Reactiva, la cual, a veces, no trae consecuencias positivas ni para nosotros ni para los demás. Para recordar lo que era la Vía Reactiva, te recomiendo que veas el vídeo de Inteligencia Emocional Intrapersonal de Cosas de Coaching. Aquí arriba te dejo el link. Cuando somos empáticos, la Vía Reactiva deja de ser tan reactiva y se convierte en proactiva, permitiéndonos elegir cómo comportarnos, puesto que tenemos una información que habitualmente no tenemos: cómo se siente la otra persona.

La tercera y última vía es, si nos lo pide, aportarle nuestro punto de vista a la otra persona desde nuestra posición, diferente a la suya. Muchas veces, alguien que está en la cresta de una ola emocional no tiene la perspectiva necesaria para poder ver la situación desde otro punto de vista. Nosotros podemos aportársela puesto que tenemos otra experiencia vital a nuestras espaldas y quizá nuestros desencadenantes emocionales no sean los mismos que los de la otra persona.

¡Atención aquí! Es importante aclarar que dar nuestra perspectiva sobre una situación es distinto de DAR CONSEJOS. Cuando damos un consejo, incluso cuando está lleno de buena voluntad de ayudar, no estamos teniendo en cuenta que la posición vital de la otra persona es distinta de la nuestra y lo que para nosotros puede ser una buena solución o acción, puede no serlo para ella. Además, dando consejos eximimos de responsabilidad a la otra persona, puesto que le privamos de tomar sus propias decisiones. Resumiendo: si nos lo piden, dar otro punto de vista, sí, pero sabiendo que es otro, no el único y el bueno por ser el nuestro. Así podremos apoyar de verdad a la otra persona y no anularla.

Bien, pues hasta aquí hemos llegado. No olvides darle al like si te gustó este vídeo, suscribirte al canal si quieres seguir aprendiendo y comentar lo que quieras en la sección de comentarios. Gracias por pertenecer a la gran Comunidad de Cosas de Coaching.

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